lunes, 15 de abril de 2013

POEMAS DE MARÍA FERNANDA CEBALLOS


                                                   DESAPARICIONES

Embestida por un desuso.
Ignorante de las mil y una noches
que faltaban.
Claudiqué desnuda en las esquinas,
en los abismos que bajo los pies
me tragaban.
El suceso de la despertada me cubría
de toda mies el alma.
Aguardaba una sorpresa como mía
en la inmediatez de la nada.
Era efímero lo que sucedía
como un rayo de alumbramiento en la mirada,
se iba tal cual venía
y no dejaba ni siquiera una migaja.
La finitud de la medida,
de la cruel y mortal estancia
era tan insondable e imprecisa
que con no saber nada me bastaba.
Todo lo que iniciaba moría,
lo que empezaba siempre acababa.
No había un bálsamo ni medicina
para la precaria necedad que en mí, era vasalla.
Los centímetros se me prolongaban a días,
las ausencias me desmembraban,
y toda una nube encendida
era la que en el cielo me amparaba.
El imperio de la sin salida
era la aritmética de mis palabras,
noche y día me mordían
y mi cuerpo era una piel amordazada.



                                                                APRENDEMOS


Aprendemos del diluvio y de las flores cayéndose,
de los granos de la mazorca aprendemos
-también y por qué no-
de las cosas que cedimos y de las que dimos
sin esperar el vuelto.

Aprendemos de la terquedad y la saliva
que se queda en algún lugar estancada,
como a punto de secarse sin espacio ni tiempo.
De los dolores de parto y de las mínúsculas grietas
que se abren en las paredes,
en el fondo de los vasos rotos
y en el filo de los cuchillos que se oxidan
y se hacen menos cuchillos y más
algo de estorbo.

Aprendemos de los cortes disimiles,
de las singulares formas de abrir un libro
y de las sensaciones que se paralizan cuando
sabemos que todo está a punto de convertirse
en tiempo muerto.

Aprendemos siempre con más de cuatro dedos
en la frente.

-Gritamos- porque también aprendemos
que cuando se grita, se oye mejor la palabra
que echándola adentro, como una suerte
de maldición necesaria para sentirnos libres
y menos cobardes ante el desprecio.

Aprendemos del verano y las hojas secas,
del milagro del agua y de lo que significa
sentirse fastidiado a plena luz,
con el sudor en los ojos y las ropas llenas de sombras
y una sed de treinta y un noches que no se vence.

Aprendemos que todo tiene fecha de vencimiento
y que hasta la misma muerte la tiene, porque
aprendemos que vivir es cuestión de  morir
cotidianamente.

Aprendemos que el resabio de un día
se paga al día siguiente
y que es mejor dejar que todo pase
sin necesidad de estar presentes.

Aprendemos y sin embargo ¡vaya!
¡cuán ingratos!¡nos merecemos!


María Fernanda Ceballos
Cali, Colombia

http://notasobrelescritorio.blogspot.com/










1 comentario:

  1. Magnífico, mis felicitaciones a la poeta que sabe ahondar en la profundidades del alma.

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