domingo, 14 de abril de 2013

CASTELLANOS

                                                   
                                                   ROSARIO CASTELLANOS
                                                                 MÉXICO
                                                                 1925-1974


AGONÍA FUERA DEL MUNDO

Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen,
donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que los metales.

Sin orgullo (¿Qué es el orgullo?
¿Una vértebra que todavía la especie no produce?)
Los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean,
devoran y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados,
contemplan el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos,
de los que mueren de algo peor que verguenza.
Yo muero de mirarte y no entender.




DESTINO

Matamos lo que amamos.
Lo demás no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca.
A ningún otro hiere un olvido,
una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos.
¡Que cese esta asfixia de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante para los dos.
Y no basta la tierra para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

El hombre es anima de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.

Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza .

El ciervo va a beber
y en el agua aparece
el reflejo del tigre.

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve.
-Antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.

Damos la vida
sólo a los que odiamos.

                                                                                                  Rosario Castellanos









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