jueves, 20 de marzo de 2014

POETAS INVITADOS XV: POETAS DE LA ANTOLOGÍA LA LUNA EN VERSO



El último tren 

                                                                                 A Gonzalo Rojas

Conversamos
despacio
aquella tarde
en Chillán
todo
lo hablado
lo pusimos
en el aire
había que descuerar
todo
el relámpago
a la intemperie
y ambos
sabíamos
que éramos
dos hombres
esperando
en distintos andenes
el último tren
en la inmensidad
de la noche.

Agustín Benelli
Concepción, Chile



Cada uno tiene su público

En algunos rincones de la noche
busco la brújula escondida,
pero me pierdo en las intersecciones
y recorro las calles al revés,
lo que quisiera oír es lo que digo
y obtengo la respuesta que yo nunca daría.

La ciudad se disfraza de verano,
empiezan a llenarse las terrazas
con el humo de las conversaciones,
hay un rumor de exámenes finales
en todas las ventanas, de trabajos y besos
pendientes de entregar, sobre la mesa.

Por teléfono alguien me recuerda:
Aprende por tu bien el arte de marcharte
siempre un segundo antes de que te hayan echado.

Javier Bozalongo
Tarragona



Insomnio

El insomnio es tu mejor excusa para meterte en mis sueños,
el insomnio es el peor pretexto para mirarte desde lejos
mientras duermes.

El insomnio es,
lejos,
mi enemigo íntimo.

Camila Castaños
Chile



La lámpara

                                                                  De noche al apagarla, en mi silencio
                                                                  puedo oírla rezar.
                                                                                                 Eugenio Montejo

Si apagas la luz de esta lámpara
se cierran las ventanas de la noche
los ojos de las letras-
y un sueño se apodera de las sombras.

Y como esta luz
se van los nombres
y las fechas, y queda un vacío
que el deseo no llena.

Es entonces cuando Eugenio Montejo
puede oírla rezar
como a un cuerpo vencido
que susurra palabras,
una plegaria que no conoce lengua ni credos,
sólo promesas.

Las cosas si se quedan solas
se lamentan
como si fueran seres con memoria.

¿No las oyes? También ellas piden afecto,
el calor de los cuerpos,
ese ruido que hacen las letras.

Ramón Crespo (De Palabras que acepta el fuego)
Madrid


Maldición literaria

Yo te maldigo. Ojalá que las cuencas de tus ojos se llenen de tierra y los huesos de tus caderas se dispersen después de los gusanos. Que bebas el vino agrio y sin tasca popular. Que tus hijos renieguen de ti. Que la carcoma no se apiade de tus libros. Que, mientras duermas, no sueñes. Que te sepa el arroz a salado. Que te llegue la vejez anticipada con miedo a la muerte y regusto de hernias. Que la fingida suavidad de tus palabras se aproxime al insano carraspeo de tus versos. Y que tus libros, que todo el mundo compró porque estaban de moda, aparezcan como una lectura obligatoria en todos los programas de enseñanza secundaria. Amén.

Manuel García (De Poemas para perros)
Huéscar, Granada



Aforismo

Cuántos ojos han mirado a la luna.
De nosotros está la luna llena.

Pablo Guerrero (De Viviendo siglos)
Esparragosa de Lares, Badajoz




Suicidio recurrente de la luz

                                              ¿Preguntamos a nuestra sombra que hace de noche?
                                                                 Edmond Jabés, El libro de las preguntas.

Aún colecciono los ecos
de mis casos por tus calles
y deshojo las palabras,
húmedas, frías, desiertas,
como pétalos del alma
en el amor de la noche.
La paleta de colores
se ha fugado con mi sombra.
La luz, al fin, se deshizo
y pende, oscura, del techo
sobre la silla caída
de anea marrón y rota.

No sé si la echo de menos.
No dejó ninguna nota.

Javier Irigaray 
Huéscar, Granada




Anoche

La última noche fue divertida,
de esas en las que la oscuridad despreocupada
lo mismo te lleva a llorar que a reír.

La última noche fue de  dolor,
de esas en las que lo mismo mueres que matas,
mi indiferencia te resultó insufrible.

La última noche fue horrible,
ese sueño negro, impenetrable,
que se parece demasiado a mi,
te despertó sobresaltada.

Suerte que anoche, a mi,
no me pasó absolutamente nada,
bueno...

Francisco de Paula Martinez Vela
Granada



Mientras tanto

Traspasa la noche los arrabales de la soledad y gime, en un sollozo angustiado, el viento en mi ventana. Mientras tanto, en Roma, el vicario de Cristo blasfema torpemente con palabras que violan la inocencia sagrada de los niños, con palabras que trepanan el himen intonso de una virgen negra. Traspasa la soledad los arrabales de la noche y ulula iracundo- con aullido de lobo atormentado- el aire en los cristales de mi casa. Mientras tanto, en Washington, el emperador del mundo renuncia a la esperanza que un día sembrara en el corazón de quienes nunca tuvieron corazón, con una sonrisa de mentira decolorada. Un vendaval traspasa noche y soledad y limpia sus arrabales de cualquier atisbo de compasión. Asombrado lo contemplo tras el cristal de la ventana. Mientras tanto, ellos, los verdaderos señores a quienes sirven pontífices y soberanos, calculan sus ganancias en sumas inimaginables para las inteligencias profanas, sentados sobre los cadáveres que cimientan sus cuentas corrientes y las especulaciones en fondos de alto riesgo, un riesgo que lacera a quienes nunca invertimos más que en la bolsa de la compra. Viento y soledad dejan a la intemperie los suburbios nocturnos. Mientras tanto, un hombre se lanza al vacío en Valencia. Mientras tanto, una mujer se suicida en Barakaldo. Mientras tanto, un hombre se corta el cuello ante una oficina de Cajasur, en Córdoba. Mientras tanto, alguien espiga en la basura para poder cenar esta noche. Mientras tanto, llanto y desconsuelo. Mientras tanto. De todo esto, el viento que ruge nada sabe. Ni la soledad, ni la noche que deambula extramuros del sueño. Ignoran que, mientras tanto, los verdugos con corbata de Pietro Baldini, se mean en el rostro mudo de los desahuciados, sobre los ojos incrédulos de la clase media, en la boca espesa de los obreros y de los que, cada mes, hacen cola en las oficinas de empleo. Con los orines de la indiferencia. Ellos mean. Mientras tanto, Jacques Brel y yo, en esta hora nocturna de soledad huracanada, lloramos sobre el corazón de todas las mujeres infieles de la tierra.

Ramón Mateos
Salamanca.


La piel de la noche

Como caen los pétalos
después de la lluvia minuciosa
y se despojan los rincones del alma
a la cero en punto de mi vida
desprender la madera de la nuez
el papel de caramelos de la infancia
desnudar de tierra las raíces de la palabra alas
de un solo tirón
así
pero muy seda
bajar el cierre metálico de la piel
antes del óxido
antes de la sal
y clausurar tanta noche

soltar una a una las mariposas blancas.

Estela Porta 
Argentina




Madrugada

Y recorrer al niño
que quiso parecerse
al hombre que no ha sido.

Y cada noche verle
llorar en los rincones,
y cada noche oírle
decir que lo sabía.

Fernando Valverde ( De Razones para huir de una ciudad con frío)
Granada




Ahora

Ahora que vuelvo a ser de aire
saldré por la claraboya
dejando atrás la vieja casa.

Ahora que se acabaron los caminos
y las piedras
ya no son necesarios los zapatos.

Extrañaré a los poetas;
quién me dirá lo que calla la luna,
reconocerá el perfume de la rosa
entre las rosas,
quién abrirá la jaula
y me dirá donde buscar a Dios.


Ahora que la noche se desborda
y me arrastra
tendré que acostumbrarme
al inalterable curso del tiempo,
tendré que habituarme a ir sin sombra.

Sergio Antonio Chiappe Riaño
Bogotá

miércoles, 5 de marzo de 2014

LA INVITADA: SUSANA RIVIERE. POETA


Susana Riviere, Ciudad de Córdoba , Argentina.

Susana es una mujer que ha acumulado a lo largo de su vida experiencias, razones y emociones que convierte en poesía.

Sus poemas y textos figuran en varias organizaciones de poetas y amigos de la poesía en las redes sociales.


http://www.calameo.com/read/003060417023bd9bbf3f3

                                            POEMAS DE SUSANA RIVIERE

Oscuridad

Titila la noche,
mis labios también
como oscuridad
sorprendida por la luz.

Amanece
lejanos sonidos abren
un canto nuevo.

Gorriones

Hoy he visto volar pequeños gorriones,
pájaros de tierras queridas,
vuelan lejos de estampidas, gritos, marchas,
llantos, hambre,
vuelan lejos de las jaulas,
su piar es débil;
pobres gorriones de suelos amados.

En mi ventana están los míos,
los que me preguntan que hacer con sus alas
y su color marrón tan sencillo y rutinario.
Ellos no saben de márgenes pantanosas.

Días de vuelo

Los años son días acumulados.
Parada en mis palabras sin  puntillas,
sostengo mi vida con la fuerza de un Samurai
y la delicadeza de una Geisha.
Aquí queda mi sombra de lágrimas,
el barro para hacer el nuevo cántaro
que contenga mi espíritu.
Aquí espero el águila,
el nuevo vuelo.

Susana Riviere
Argentina