viernes, 26 de abril de 2013

COURTOISIE


                                                       RAFAEL COURTOISIE
                                                                 URUGUAY
                                                                       1958


EL AMOR DE LOS LOCOS

Un loco es alguien que está desnudo de la mente.
Se ha despojado de sus ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad
se vele y se desvíe.
Los locos tienen esa impudicia, que deviene fragilidad y, en ocasiones, belleza.
Andan solos, como cualquier desnudo, y con frecuencia
también hablan solos ("Quien habla solo espera hablar con Dios un día").

Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un pensamiento.
Los locos tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la piedra
en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella
por una cadena de hierro de ideas.

El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos,
y la parte que modula el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler,
un infinitésimo trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento,
los sabios escrutan al microscopio para descifrar de qué manera, en tan exiguo retazo,
está escrita la partitura.

Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio ni de tinciones,
el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que taladra huesos,
que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay cemento ni viga
que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos locos despiertan
antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz,
con voces que sudan de adentro, de la cabeza.

Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin piel.
En el desierto del pensamiento del loco el pájaro es n sol implacable.
El canto cae como una luz y un calor que le picara al loco en la carne misma de la desnudez.

Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla queda dentro. Es condición interior,
pasa desapercibida para las legiones de cuerdos cuya ánima está cubierta por completo de tela basta,
gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.

El único instrumento posible para el loco, para defender su desnudez, es el amor.
El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos vidriosos,
ese hilo ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso y múltiple
que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium, permanecen intactos en el loco
por arte del amor.

Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo menos un vestido, no cubre sino que atraviesa,
no mitiga sino que exalta. El amor de los locos tiene una textura, un porte y una sustancia.
La sustancia se parece al vidrio, pero es el vidrio de una botella rota.





LOS QUE NO ESTÁN

Para las almas los cuerpos valen oro. Pero es un oro carnal,
de ruido tibio, un oro en trazos y fibras, oscuro,
más oscuro que la muerte,
que lleva y devuelve las almas a su origen,
la muerte como un mar que las devora.

Los cuerpos flotan.

Sin la muerte, un cuerpo es más grave que su sombra.
La muerte los levanta, los madura,
hace de los cuerpos un sueño irrepetible
en el que el deseo encuentra materias claras para hacer la casa.

La casa se levanta y se derrumba,
pero los trozos esparcidos
son duras gotas del agua del deseo,
humedecen la vida que les falta.


                                                                                                  Rafael  Courtoisie








2 comentarios:

  1. Hola Kairi.
    Un gusto compartir estos fenomenales textos de consagrados poetas y escritores.
    Un saludo desde Bogotá.

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