martes, 3 de diciembre de 2013

POETAS INVITADOS VII. EL RAYO QUE NO CESA. ANTOLOGÍA


XAOX

Hay una obscuridad tan brillante que enceguece
y no me permite volar
me echo sobre ella pues no se
cuánta tierra necesita un solo hombre para poder vivir feliz
y en paz con los demás hombres.
La puedo contar como contar los vacíos,
las letras que no dejan,
o las palabras que no se olvidan.

Hay una obscuridad tan densa,
tan profunda y encogida... que no tengo días.
Amanece como en todo caos,
y pasa la luz corriendo como en toda realidad,
solo voy gritando agónicamente

cortando una que otra negrura que chirrea
en medio de la tierra después de la tierra...
ya ha pasado mucho tiempo quien aún quiera vivir dignamente diga:
-jamás lo seré-
solo pregunto acercándome con sangre en mi piel
con manos que cubren ojos,
y ojos que encubren manos.
Le pregunto a un hombre de luz que viste harapos:
-¿tantas cruces y solo veo esclavos?

Xavier De Las Casas
Editorial Cuervo de Papel
Bogotá


Te espero

Te espero.
En este número de habitación sin huésped.
En estas cuatro estaciones te espero.
En la tarde.
En el rumor que teje las horas.
En el labio sin beso, te espero.
En la palabra.
En lo que no se dice.
En el nombre de las cosas.
Te espero.

En el caos. En el ruido de la mente
y en el cielo, también te espero.
Hoy cuatro hojas vinieron a verme.
Cuatro hojas vinieron a verte.
Y aquí estoy mirándolas vacías,
tan vacías como este silencio.
En tanto. En el nombre de lo que no tiene nombre
así mismo, te espero.

Maria Fernanda Ceballos
Comunidad del Megáfono
Colectivo Trébol de Cuatro Hojas
Cali


Las marchantas

En mi pueblo,
las marchantas se adelantan al alba
con su pregón de frutas y hortalizas.

Llevan en su canasta
todo un conuco cultivado
regalo generoso de la tierra
y de sus callosas manos.

Van perfumadas de un sudor fecundo
mientras que el viento se pasea
llenando las plazas y las calles
con ese olor a campo recién amanecido.

En mi pueblo,
la marchanta llega entonando
el canto agradecido de la vida
con un poco de rocío en la sonrisa.

Neftalí Eugenia Castillo
República Dominicana-Bogotá


Patología

En mi garganta
llueve a diario
ruge la noche en la respiración.

De cada noche
he guardado un frío
el alucinante color...

otros dicen que tengo tos.

Dufay Bustamante
Comunidad del Megáfono
Proyector de Voz
Bogotá


Autopista

Hay encuentros en la vida
que dejan la sensación de un largo viaje
por una carretera sin focos de luz,
donde corrimos sin frenos
esquivando mariposas negras en el parabrisas
pagando peajes innecesarios.

No es bueno acabar las monedas
en el pozo de los buenos deseos
para cuando abandonados, mutilados
aguardemos por el autobús
que nos llevará de regreso a casa.

Hay encuentros en la vida
que dejan cicatrices en la memoria
producto de viajes equivocados.

Diana Carolina Daza Astudillo
Piedra de Toque, Poesía ambulante
Bogotá


Siguiendo el viento

Despedido por los ríos y sus bajíos,
pintan mi cara los indios de Tupana,
así me presentan a los viejos Apus.

La Madre del Socavón y Tunupa
envían a sus diablos
quien bailarán conmigo una cueca
con los pañuelos de su infierno.

Tras inmenso viaje llego de madrugada
Tlalok ha preparado una tempestad para la bienvenida.
La ciudad soberana, igual que la selva de junio, está inundada.

Procesión de diáconos son el séquito
de huipil y maíz se visten las almas provenientes del acero.
Después de cientos de años en camino,
me descubro en el mismo cuarto vacío
arrompida mi nueva tierra me acuesto y duermo....
....a la espera del tiempo de las cosechas.

Jorge Carlos Ruíz de la Quintana
Bolivia-Bogotá


Dios

Te nombro hombre.
Al hondo mar que llevas dentro
lo llamo miedo.

Felipe Donoso Suárez
Comunidad del Megáfono
Bogotá


El viento que agita la cebada

Algún día faltaré, es cierto, pero mi paso no habrá sido en vano. Vi la alegría:
era una estrella que se abría paso en el lugar profundo de la noche entre el nacimiento de mis rodillas, en mis labios y mis manos juntas. También vi la tristeza cuando a lo lejos unos hombres trataban de alcanzarme mientras huían del fuego, del filo y la ceniza. Les extendí la mano para que la tomaran, pero faltaron algunas manos más. Entonces lloré de impotencia hasta que mis lágrimas forraron de sal la superficie de sus tumbas. Salí a marchar con los brazos en lo alto, el rostro levantado y esta voz aireada- que casi coagulaba mi sangre, que casi cortaba el viento- sólo para terminar el camino que a ellos no les permitieron concluir.

No estaré, es cierto, pero mi sombra nacerá de la sombra de los árboles y también alzará sus brazos. Mi rostro será dibujado en los troncos de esos mismos árboles con las yemas de los dedos de aquellos que un día me escucharon y mi voz escapará de mi tumba y gritará tan fuerte que sus consignas quedarán esculpidas en los montes. Entonces, esa sombra de brazos hacia el cielo, ese rostro que escapa de la muerte y esa voz que rehace las colinas, se pondrán en marcha de nuevo.

Algún día faltaré, faltaremos, pero nunca dejaremos de ser el viento que agita la cebada y el rocío no dejará de ser nuestro testigo, porque de la parca misma surgiremos para florecer de nuevo, para seguir andando.

                                                                                              A Sebastian Bonilla Blanco

Omar Garzón Pinto
Colectivo Editorial Faro desnudo
Bogotá



                                                   EL RAYO QUE NO CESA
                                     COLECCIÓN DE POESÍA TERAPÉUTICA
                                             EDITORIAL CUERVO DE PAPEL


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