jueves, 26 de diciembre de 2013

POEMAS DE ANDRÉS ACOSTA DÍAZ


Declaración

De pecados está colmado el mundo
no se soportan los males en los osarios
cada quien carga una pena
en realidades apenas visibles
teñidas de efigies cultas morales
¡y todos, todos
vuelan con rumbos distintos!
No lo tomes a mal
te declaro desde este momento
un pacto de paz
para ser los custodios de la esperanza.
Que no escape.
De hoy en adelante
ella
será nuestro pecado mortal inmoral
y nosotros
los nuevos males
que habiten los osarios del pecado.



Epifanio enamorado de una mesa

I
Voy a lanzar un apunte con malicia:

Levanto las cobijas y acuesto un perro.
Eso suelo hacerlo casi todas las noches
y antes de ello, el maldito perro me muerde.

II

Hay un gato en mi terraza
lo confundo con una paloma
¡al parecer vuelvo a estar bajo el efecto de tu nombre!
o alterando el curso Summerhill.

III

Mi  nombre es Epifanio
dicen que me enamoré de una mesa
yo prefiero llamarle terroncito de azúcar.

Pero, no resisto las ganas de confesar
que el perro, el gato, la paloma
no existen
así como no existe aquella mesa
y mucho menos
el traicionero mal llamado
Amor.


                                                          EL PARRICIDA MORAL

Es Raúl Gómez Jattin todos sus amigos y es él mismo ninguno de ellos; a su vez, es el personaje que se muestra en los intersticios de la palabra poética sensual y atrevida, dolorosa y crítica. Es su nombre la mella necesaria para la moral y el buen juicio tradicional, debido a que está hermanado con la divergencia social: ni el prestigio ni el poder lograron alinear su alma noble, otorgando así a la poesía una vez más gritar con la necesidad imperiosa de hacerse novedad y transgresión, con un lenguaje en desmesura, cuando lo prohibido es el lugar de la tranquilidad, desde un arte muy posiblemente considerado grotesco, hacia la ruptura humanamente saludable.

La gran metafísica es el amor

Nos íbamos a culear burras después del almuerzo.
Con esas arrecheras eternas de los nueve años.
Ante los mayores nos disfrazábamos
de cazadores de pájaros.
La trampa con su canario.
De colectores de helechos y frutas.
Pero íbamos a gozar el orgasmo más virgen.
El orgasmo milagroso de cuatro niños y una burra.
Es hermosísimo ver a un amigo culear.
Verlo tan viril meterle su órgano niño
en la hendidura estrecha del noble animal,
pero profunda como una tinaja.
Y el resto del grupo se prepara gozoso.
Gozando el placer del otro.

La gran religión es la metafísica del sexo.
La arbitrariedad perfecta de su amor. El amor que la origina.
La gran metafísica es el Amor
creador de Amistad y Arte.
Eso no me preparó para someter a la mujer
sino para andar con un amigo.

Andrés Acosta Díaz
(Epifanio Tocarruncho)
Bogotá








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