martes, 15 de octubre de 2013

LANSEROS


                                                     RAQUEL LANSEROS
                                                               ESPAÑA
                                                                  1973

Tradición oral

Me gusta amarte hincada de rodillas.
Aquí, tan desde abajo, tan cerca de la tierra
reclamo el palpitar de tu cuidado
y centro mi delicia en el transcurso.

No es de extrañar que el mundo sea redondo.
¿Qué forma iba a adoptar, sino la de mi boca?


Sobre una cama helada

No es invisible el modo
en que ya no te busco,
ni esta manera nueva, sin fin ni medio día
de llovernos despacio - como gotas de hielo-
de no ceder un palmo en medio del tornado.

El olvido es azul. Nunca termina
de convertirse a golpes en él mismo.
Se mide por ausencias y papeles en blanco.

Tras su paso, el silencio
deja detrás de sí un paisaje de ruinas,
una patria deshecha e inmolada
a los grises fantasmas de la pérdida.

El ánimo rojizo de las uvas maduras
se apodera despacio de la tierra.

Te quise. Me quisiste. Nos quisimos.
Qué fácil es decirlo cuando no queda nada,
cuando ya ni siquiera recordamos
el tacto de los sueños.

Ahora que la memoria se bate en retirada,
-vencida y silenciosa
como un niño sin cromos-
y lo único tangible frente a nosotros mismos
es lo que ya no existe.



Vía cansada

Entre un pecho y la bala que lo busca
hay la misma distancia
que existe entre los dedos y el gatillo.
La muerte no se mide por pulgadas.

En la tarde, la niebla
tiene forma de adiós.
Ella está sola al lado de la vía.
Mira el tren que se aleja
cada vez más pequeño, cada vez más lejano
igual que una canción envejecida.
Puede extender la mano contra el sol del oeste.
En ese instante, el tren
le cabe entre dos dedos.
Entonces piensa: Este es el tamaño
exacto de mi vida.

Sin embargo, ya sabe
que las cosas que el tren arrastra lejos
no cabrán nunca más
entre su pecho y el último segundo
en que su corazón siga latiendo.

La vida es un asunto
que no puede medirse por pulgadas.

Es una tarde pálida. Ella sigue mirando,
inmóvil como el tiempo de los ejecutados.
Trata de calcular la lejanía
que existe entre ella misma
y sus mejores sueños.

La ilusión es un río
que no puede medirse con las manos.

En medio del andén, detenida en el tiempo,
una mujer aprende que marcharse
es una nueva forma de seguir estando
siempre en alguna parte.


Raquel Lanseros
España











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