miércoles, 13 de noviembre de 2013

POETAS INVITADOS IV. LA RAÍZ INVERTIDA


Una treta del oficio poético

             "La  poesía es un melodioso ajedrez que jugamos con Dios en solitario"
                                                                        Eugenio Montejo

Se me van cortando las alas
poco a poco.

Invoco la aurora
para sosegar los vientos,
esconderme de paisajes
en lienzos de ceniza.

Espectros profanan el arte
embriagándose de vacíos
quitando a la luz, la noche y la luna
su transparencia.

Vengo a escribir un poema
sobre esta gruta de asfalto
y se cae una pluma blanca.
Pesa tanto su ausencia.

Tratar de volar muy alto
es la mayor peripecia
cuando el mundo
porta sus tenazas
y se ensaña
en estropear las alas

Jenny Bernal
Bogotá



En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas

Eran las mañanas y las tardes. Solía acompañar a mi abuela Ana
a llevar y traer las vacas, del establo al potrero y del potrero al establo.

Íbamos por la mitad del pueblo arriando las vacas
que eran como dedos gordos de Dios.

Yo y mis cinco años y la rama de un árbol haciendo de fusta.

El sol trepaba por las manchas azules de las vacas y en su paso torpe
un aliento desconocido empozaba la sílaba del sueño.

Las piedras, las crestas de los árboles, un puñado de maderos
y sus cercas.

Verlas pastar era echar boca adentro toda la paciencia del aire,
como hundir una luna en un enredo de hierba.

Y en los ojos de las vacas un vacío de luz, un misterio lerdo que latía en cenizas
sobre el corazón lento del día.

Mis cinco años, mi abuela Ana y las moscas abriendo huecos
en las primeras sombras de la tarde.

Entonces la vaca Golondrina se fue de bruces al río.
El hechizo del agua le llegó como una soga que halaba su carne
en una cadencia sin tiempo.

Era de ver su júbilo corriendo entre las formas del torrente. Mugía y su voz
era un tambor que trenzaba mi garganta. Un fósil nacido en lo más hondo
de la vocal del mundo.

Corría la vaca por el río y mi abuela la seguía desde la orilla, entre los pastos largos y mojados,
llamando desesperadamente su bovino. Cuidado de no ahogarse la vaca loca.

Mis cinco años arriando el sueño de loco de mi abuela Ana.
En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas.

Hará tiempo de aquello. El río arrastrando esqueletos húmedos de hojas y trastos vegetales,
llevándose consigo mis cinco años y las alas invisibles de la vaca Golondrina, en una ceremonia
de  bocas abiertas a los muslos de la nada. Navegaba ahora hechizado el ocaso en una brisa
de peces muertos.

Dicen que las vacas
se parecen a los sueños de los hombres tristes, no dejan de rumiar su soledad en cualquier
balcón desvencijado de la vida. En la mañana o en el ayer, es floración la noche cerrada.

A la orilla, sobre la piedra bañada, boquea todavía la vaca Golondrina tragando tajos de luz.
Muge mientras puede.

Primer lugar en el concurso La poesía de la vida cotidiana
Casa de Poesía Silva, Bogotá 2013

Henry Alexander Gómez
Bogotá



Mundo consumado


Ser de sombra y parecer que nada es nuestro
y tenerlo todo y morir por ello;
amar el mundo que llega con sus olas
y nos encalla al relámpago de la vida;
golpear un minuto y otro y acaso otro
para que el tiempo no siga devorando
el presente que ya se muere
y nos sumerja en el tímido futuro;
temblar de frío cunado la lluvia desluce
este cuerpo que cargamos con nosotros
sin poder cambiar de forma, como el humo...

Partir sin decirle adiós a nadie,
sin el total desamparo de sentirnos desolados
a algún lugar ajeno y lejano;
amanecer a orillas de un río tranquilo
bajo la luz desnuda del poniente y desnudos
como cuando éramos simples animales
mirando sin deseo a la propia especie
y aún creyendo en el paraíso.

Pensar que nada pasa entre nosotros
con la sabiduría que la tierra es más ancha
y no esta angostura que pretendemos;
que  no nos aflija el llorar, pesada roca
con los ojos atiborrados de esperanzas
el milagro de un nuevo día;
reposar el alma que  nos cuesta a veces
y colgarla entre las cuerdas
para que en alguna hora bendecida
se nos enjugue el cuerpo bajo el alba;
volar vida,
volar
y no morir en el intento.

De La tentación Inconclusa

Hellman Pardo
Bogotá



Inventario

Estas alas sobran
                         hay un cielo debajo de mí

el sol ha derretido las lágrimas
                            que sostenían mi silencio

los ciegos flotan
                            como las lágrimas que salvo

después los desvanece la llovizna.

Este miedo sobra
                           hay tumbas abiertas

el sol ha derretido las calaveras
                                        que sonreían en mi espejo

los muertos saben
                        del destino de las palabras
                        antes de la sequía

estas alas sobran
estos miedos sobran
estas sombras que escriben.

Jorge Valbuena
Bogotá





                                                    LA RAÍZ INVERTIDA
                                                          COLOMBIA


http://www.laraizinvertida.com/





2 comentarios:

  1. Felicidades a los poetas y gracias por sus excelentes obras.
    Un abrazo desde Miami.
    Jeniffer Moore

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  2. Hola Jeniffer, poetas formidables tanto por su obra como por su constante labor en favor de la poesía, ellos fomentan en las aulas el espíritu de la poesía.

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