domingo, 12 de enero de 2014

CHIRINOS


                                                           EDUARDO CHIRINOS
                                                                         PERÚ
                                                                         1960

El milenio está a punto de acabarse

Pero las estaciones todavía se cumplen, la tierra continúa girando y los peces abren y cierran sus bocas como hace siglos. En algún lugar de la India los tigres machos luchan entre sí por el amor de las tigres hembras y en un bosque cercano los conejos devoran las mismas plantas y raíces que alimentan la tierra.
Debería hablar de la contaminación y del petróleo, debería hablar de plagas innombrables, del hambre que devasta poblaciones, de niños mutilados por nubes radiactivas. Pero estoy aquí, escribiendo este poema, midiendo sus palabras, eligiéndolas con amor y con cuidado, con cólera y con resentimiento. Entonces me miro en el espejo y sólo veo tinieblas, un vacío culpable en la página en blanco.

Escribo esto porque me siento solo. Porque las palabras me han abandonado. Porque ella no estará más.


Biografía de una noche cualquiera

Atravesar un pasadizo a oscuras,
palpar la tibia humedad de sus paredes,
su babosa suavidad de recto laberinto.
Hacia el fondo una luz
gritas pero nadie escucha tu grito.
Tiemblas, pero nadie siente tu temblor.
Tienes miedo.
Tú que nunca lo tuviste, ahora tienes miedo.
Has tropezado a ciegas con obstáculos,
has encendido inútiles antorchas,
has maldecido, orado y vuelto a maldecir.
Tus dedos se aferran al hilo conductor.
Ese hilo es una larga vena en la que corre tu sangre;
estás atado al punto de partida,
pero algo más fuerte te impide volver.

(¡Aridna!, tú que ideaste este ardid, dime ahora cómo salgo
de este laberinto,
dime cómo he de palpar estas paredes sin rasgarme las manos,
cómo es que hay un afuera que me atrae como al suicida el vacío.
Ariadna, tú que alimentaste amargamente mis deseos,
tú que me creaste para concebir contigo,
dime qué horrenda verdad se oculta bajo esta ciega luz.
Qué palabras moverán las columnas de este palacio derruido,
que voz arrullará mi sueño cuando retorne al sueño.
No dejes, Ariadna, que se corte el hilo que me ata a tu vientre,
no permitas que el negro dolor se apodere de tu cuerpo y me destruya)

Ya es de noche.
El viento mueve con furia la copa de los árboles,
escuchas sonidos inútiles
y un breve jadeo indica que todo está bien,
no tienes de que preocuparte.

Eduardo Chirinos
Perú


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