jueves, 15 de mayo de 2014

EL INVITADO: DANNY YESID LEÓN. POETA


Yesid León, Bucaramanga, Colombia 1990.

Estudiante de Literatura y de licenciatura en español de la Universidad Industrial de Santander. 

Actualmente se desempeña como Consejero Municipal de Cultura y director del Encuentro Internacional de Poesía de Bucaramanga. 

Es cofundador del colectivo artístico La  Mesa Esférica en cuyo blog publica el trabajo de escritores latinoamericanos.

Participó en el taller de escritura creativa del Ministerio de Cultura Renata  del año 2010.

Su poemario Momento del decir obtuvo el primer puesto en el VIII Concurso Internacional Buenaventuriano de Poesía (2012) y fue publicado por la editorial Rojo Siena en Puebla, México. 

Recientemente su libro Desde estancias habitadas recibió Mención de Honor en el XXVI Concurso Nacional de Cuento Corto y Poesía de la Universidad Externado de Colombia.

Textos suyos han sido publicados en revistas de poesía como La Raíz Invertida, Luna Nueva, Vicio Perpetuo y Punto de Línea.  y periódicos como Vanguardia Liberal y el Frente.


                                                    POEMAS DE YESID LEÓN

Lamentación por un recluta

Algunos dijeron que el poeta no podía matar.
Pero estaban muy equivocados.
El que empuña la lira y entona tristes canciones
también sabe tensar el arco,
cortar gargantas en la oscuridad 
y corroer las vísceras con furia y sevicia.
Algunos se fiaron de sus ojos mansos,
de sus delicadas manos
y no entrevieron el ardor del primer disparo,
ese fogonazo de pólvora en su sonrisa
mientras afinaba la pistola de la muerte.
Ah, debieron haberlo dejado con su poesía,
debieron haberlo exiliado del mundo
como hacen con los locos y genios incomprendidos.
Pero no,
lo llamaron para la violencia,
le cambiaron su lira por una bayoneta
y ahora no saben qué hacer con tanta sangre,
con tantas palabras perdidas
en el fragor de la guerra.

Momento del decir

La gota del silencio se desliza de un labio al otro, su destino es el suelo.

Tengo algo que decir pero lo callo, adentro la ola rompe contra una pared cuarteada, la pared puede ser algo en mi vientre, la ola se parece a la última de un mar extinto.

Si pudiera rodear la palabra y encontrarle su centro, la usaría, pero la palabra es esquiva, se mueve de aquí para allá, lleva tiempo huyendo, vagando por la indecisión, ya no sé si tenga la misma forma de cuando la pronuncié por primera vez.

Tomé prestada la guillotina de un grito: pensé con ella cercenar el cuello de las letras, pensé separarlas de sus cuerpo, dejarlas a la deriva, sepultar su rostro. Pero las líneas en el papel se diluyen en la boca del que las dice, se ausentan de su forma y se convierten en aire dulce, en sonido teñido.

Tengo algo que decir sin regar la tinta en el viento.

Permitir que la boca se abra y deje caer la pesadez de una palabra me es imposible: los dientes, la lengua, la campana son como piedras huecas, hay en ellas un eco que repite la voz de nadie.

La gota del silencio ya cayó al suelo, ahora muevo los labios, desperezo sus pliegues, ahora puedo decir, hablar. Pero no digo nada: ya ha pasado el momento en el que debía pronunciarme. 

Rutina

Abrir el reloj
y darle cuerda hacia atrás
para recuperar el tiempo perdido.
Volverlo a cerrar,
como a una herida,
y ponerlo de nuevo sobre la mesa.
Luego, salir de casa
y empezar a andar por el mundo
con los ojos cerrados,
trazando círculos interminables.
Regresar a casa finalmente:
entrar y encontrar el reloj,
abrirlo otra vez
y hacer como antes
y así hasta que la cuerda no dé para más.

Letanía

Tengo la imagen de una casa derrumbándose, de las paredes cayendo a la nada, como mis dedos, como estas manos a las que diariamente el aire les resta una parte. Cuando salgo en las tardes, me ataca la nostalgia y me parece que fue ayer que el piano se desafinó. Caminó hacia el parque de acacias, paso por la iglesia y algo en mi se muere cuando el cementerio se levanta. Y veo que todo está hecho de polvo, de recuerdos destinados a la lejanía y yo soy eso: el comienzo del olvido. Sobre mí pesan las nubes de un ciel calcinado por la historia, sobre mí caen retazos de palabras dichas, de bocas escuchadas con anterioridad. Si el silencio existiera ahora, no sería más que una excusa para hacerme hablar, para que cuenta la vida de los que se miran al espejo sin saber de sí mismos. Pienso que todo está dispuesto para mi caída, pero me detiene  los sueños en el último peldaño, las promesas que brotan de la inocencia, los días que he dejado pasar por no tener un almanaque en mi habitación. Tener que rondar la soledad, tener que dibujar la naranja antes de morderla, tener que vestirme para mi funeral, para ese remedo del adiós, me está causando una herida, una llaga que me condena al exilio en mi propio cuerpo.

Danny Yesid León
Bucaramanga, Colombia.

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