miércoles, 27 de marzo de 2013

POEMA DE GABRIEL MARTINEZ


La puerta

Yo amé la fachada de tu casa, el duende desgastado que lucía en su cerradura, la pátina amarilla
y descascarada de la madera y el roble cuarteado en ciertas partes que venían siendo cicatrices
del tiempo y de la lluvia.

Aún cuando ya no había motivo para ir o pasar por tu casa, me gustaba demorarme en su vista.
Saber que algo había de todo aquello: mezcla de voces, miradas, aromas y tacto.
Tocar esa puerta era estar afuera de un misterio que guardaba de ti. Era tan natural que te resguardara de los cambios de clima, del calor de agosto, del color de los desfiles.
La puerta había sabido combinar todo eso en una mezcla austera y no obstante atractiva.

Más grande de lo que podían ser los tres pies reglamentarios, los tableros firmemente incrustados al marco, los biseles corriendo por las orillas, el barniz de aceite que por el color claro en que había sido pintado por última vez disimulaba los excesos del barniz.

La puerta era más que una simple puerta, y más que una parte de la decoración. Era un testigo de mi impaciencia cuando fui por primera vez a tu casa y no me sentí agredido por tu ausencia.
De la alegría de cuando por fin saliste, una princesa medieval por una puerta majestuosa.
Los ecos de tus besos, labios dentro de otros labios, boca dentro de otra boca y de otra calle.
Avenidas de un pedazo de otoño y de un mar de nubes detenidas en la humedad de un beso que resguardaba el acceso al cielo.

Gabriel Martinez
Oaxaca
México


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